Por otro lado, la adaptación de la teoría de Nash (pensada inicialmente para situaciones de microeconomía) a los mercados de capitales resulta, cuando menos, compleja y controvertida:
Necesita -como ya han demostrado otros autores- de la hipótesis fuerte del mercado eficiente: Toda la información sobre las formaciones de precios debe ser completa y encontrarse disponible de manera simultanea para cada operador. Pero, como acertadamente explica J. Allen Paulos en su obra Un matemático invierte en bolsa, p. (pp.233 y ss., Tusquets, Barcelona, 2004) sólo si una mayoría de inversores no cree en este principio, el mercado eficiente es cierto. Pues, de lo contrario, todos se dedicarían a comprar y mantener, nadie se preocuparía del análisis técnico y fundamental, y toda la información no quedaría reflejada en los precios, porque nadie la tendría en cuenta. Nuevamente, la paradoja de la autorreferencia o imagen especular proyectada en los mercados.
Así mismo, deberá aceptarse, que las expectativas de beneficio (que no la mecánica básica del sistema) son siempre positivas. En otras palabras, que el trader, a nivel cognitivo, no acepta una solución de suma cero para el conjunto de sus operaciones. Porque, en caso contrario, no existirá motivación alguna para el diseño de estrategias. Volvemos a lo mismo, los inversores piensan: "los futuros quizá son un juego de suma cero, pero esto a mi no me concierne porque yo estoy en el bando ganador." Nuevamente imagen especular ...y proyección del "ego".
Asumiendo con cierta vehemencia (al fin y al cabo somos inversores racionales, ¿o no?), que alguien tiene que perder dinero -indefectiblemente en los mercados de futuros- para que nosotros ganemos, deberá aceptarse que existen estrategias inherentemente ganadoras. Y que nosotros somos los afortunados poseedores de una de ellas.
Por último, el espinoso tema de los beneficios excepcionales (del que no quieren ni oír hablar los "viejos bolseros", y no pocos académicos), la presunción acrítica de que es posible desarrollar estrategias capaces de batir al mercado de manera consistente; ya que, de lo contrario, como es lógico, no hay necesidad de sistemas y el juego consiste en comprar y mantener.
Pues bien, dados estos a priori resulta que la racionalidad sistemática es, al mismo tiempo, la salida lógica y el lógico abandono de los sistemas, quizá también de la especulación con futuros. Me explico:
>> Supongamos un mercado plagado de sistemas por doquier, todos ellos basados inicialmente en un conjunto reglas simples capaces de extraer beneficios de manera consistente.
>> Supongamos -no es fácil pero si plausible- un montón de agentes muy interesados en conocer las reglas del contrario y contrastar su propia operativa con la de otros trader sistemáticos. Resultado: Muchos acabarán adoptando reglas muy similares, lo que implicará, a la larga, que dichas reglas no valdrán para ninguno. Se trata de una variante del juego de la lanza y el escudo: Protejo mis inversiones adoptando las estrategias de los que más ganan pero, al poco tiempo, descubro que dichas estrategias empiezan a ser también perdedoras. Intento mejorarlas, haciéndolas más complejas, otros hacen lo mismo. Resultado: Nueva melé, empate técnico y vuelta a empezar. Transcurrido un tiempo, los sistemas serán tan complejos que se volverán imprevisibles, caóticos... Nuevamente el azar se impone. ¿Ajuste a lo que predice la teoría del equilibrio? Veámoslo de otra manera:
>> En primer lugar, aceptemos el siguiente axioma: La volatilidad disminuye cuando muchos reaccionan del mismo modo ante las mismas señales. Cuando hay demasiados operadores pseudo-racionales, cuando hay demasiados ojos en la media de 200 sesiones, en el RSI, en el MACD, en las bandas de Bollinguer... Todos estos indicadores tuvieron su momento de gloria -y quizá sirvieron para ganar dinero durante algunos años-después guiñaron el ojo y dejaron de ser rentables. ¿Por qué? Muy sencillo, teoría del equilibrio y psicología de masas.
>> Pero, resumiendo: ¿Por qué la volatilidad se reduce en un escenario de empleo masivo de sistemas? La falta de viento se llama "calma chicha". La carrera armamentista condujo a un escenario de guerra fría que ha sido, hasta la fecha, el periodo más largo de paz del que ha disfrutado la humanidad (occidental, civilizada y rica, claro.) Los mercados maduros se componen, en general, de inversores más sabios y mejor informados, pero tienen más "calma chicha". Ser ágiles como gacelas, imprevisibles y pasionales son atributos de juventud. ¿Hace falta ser más claros? Leo la respuesta en los ojos alucinados del increíble Nash.