Sin tapujos: Esta película es genial. Estoy convencido de que incluso el inversor bien informado, pese al inmisericorde bombardeo de noticias que nos hablan de tasas de desempleo sólo vistas en los años del pan y cebolla, del cierre de incontables empresas, del rescate de países al borde de la quiebra y, también con cierto sarcasmo, de esos irisados brotes verdes que habitan el imaginario político, encontrará detalles sorprendentes sobre la crisis financiera iniciada en 2008 y de la que todavía estamos recogiendo el chapapote.
La película Charles Ferguson es, en mi opinión, un auténtico monumento al cine documental de primera línea: Sin tópicos asentados en lo políticamente correcto, sin concesiones al poder político y mediático, y, sobre todo, con una extraordinaria labor de documentación y análisis de hechos relevantes. No me sorprende que obtuviese este año el Oscar al mejor documental. Tanto la calidad de los personajes entrevistados -y de quienes declinaron el ofrecimiento; los silencios también hablan- como la extraordinaria narración de Matt Damon, consiguen informar con claridad meridiana a la audiencia, y hasta cabrearnos, con una felonía que pudo ser evitada por quienes tenían en aquel momento los medios para hacerlo. Sin embargo, su inexplicable inacción causo la ruina de decenas de millones de ciudadanos anónimos cuyo único pecado fue escuchar los cantos de sirena de quienes que ofrecían, sin pudor alguno, hipotecas a cualquiera que pasara por la calle; entre 2004 y 2008, hasta cabra de la Legión habría obtenido un bello pesebre de saber hablar.
Uno de los elementos del documental que más me ha llamado la atención es el incesante desfile de personajes que vivieron en primera fila (George Soros, William Ackman, Raghuram Rajan, Simon Johnson, Barney Frank, Chistiane Lagarde, Paul Volcker, Jefrey Lane, etc.) la dramática sucesión de acontecimientos que pusieron al sistema económico mundial contra las cuerdas.
De no ser por el lenguaje claro y preciso del film resulta difícil imaginar el hilo conductor que va del impago de hipotecas de miles de ciudadanos estadounidenses anónimos a la quiebra de técnica de elefantes blancos del mercado inmobiliario; Fannie Mae y Freddie Marc, de bancos de inversión como Lehman Brothers (El gigante Merill Lynch estuvo también a las puertas del desastre, hasta que se pactó -en términos más políticos que económicos- su venta al Bank of America) y de aseguradoras inmensas como AIG. El resto de la historia ya nos resulta mucho más familiar: contagio de las instituciones financieras internacionales, crisis generalizada de liquidez (debido a la desconfianza mutua de las propias instituciones protagonistas del desastre), caída en picado de las principales plazas bursátiles, crisis económica, paro, recesión, etc.
Lo más impactante de la película es que Ferguson nos lo presenta como algo que pudo ser evitado, pero que la codicia de unos pocos especuladores, la estupidez de la clase política y el espíritu pusilánime de los reguladores financieros acabaron convirtiendo en inevitable.
Otros documentales como Los últimos días de la quiebra de Lehman Brothers (producido por la BBC) e incluso la película Wall Street 2: El dinero nunca duerme (2010, dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Michael Douglas),ya habían tratado el tema de la crisis iniciada en 2008. Pero Inside Job ofrece pistas mucho más claras y dramáticas sobre los cinco imponderables típicos de la estupidez humana; arrogancia, codicia, estupidez, impericia, y ego superlativo. Parece increíble, pero cuanto más se puntúa en estas cinco categorías más se asciende en la escala social.
Una de las frases de especuladores célebres que más me han gustado siempre es la de Sir Ernest Cassell, banquero del rey Eduardo VII de Inglaterra entre 1901 y 1910:
Cuando yo era joven, la gente me llamaba jugador. Cuando aumentó la escala de mis operaciones, me llamaron especulador. Ahora me llaman banquero. Pero yo siempre me he dedicado a lo mismo.
Eso es precisamente lo que ocurrió en 2008: Celebridades de la especulación jugando con fuego, y reguladores (funcionarios del Banco Mundial, de la SEC y de Tesoro estadounidense) que no movieron un dedo para apagarlo. Es más, atizaron las llamas con una creciente desregulación que arrancó en la era Reagan y continuó con Clinton y Bush. Las continuas bajadas de tipos y la consiguiente burbuja crediticia que ya asomaba cabeza en 2005 llegaron a preocupar al propio Greenspan, quien aconsejó tímidas medidas para contener la inflación que nunca se llevaron a efecto.
Otro elemento documentado magníficamente en la película es la clara complicidad entre poder financiero, funcionarios clave de la administración y conocidos expertos de las más prestigiosas universidades. El ejemplo más llamativo que analiza Ferguson es el de Henry Paulson, Secretario del Tesoro en la administración Bush, antiguo directivo de Godman Sachs y afamado profesor en la Universidad Johns Hopkings. La trama de complicidades y afinidades en la élite estadounidense de las fianzas parece no tener fin y hunde sus tentáculos también en el gobierno de Obama.
Igualmente interesante es el tratamiento de la crisis en Islandia. Este pequeño país de apenas 300.000 habitantes llegó a tener en plena burbuja financiera inversiones internacionales por valor de 200.000 millones de dólares. Sus tres principales bancos: Kaupthing, Landsbanki y Glitni, cuando estalló la crisis habían generado un agujero de ¡11 veces el tamaño del PIB! En esas circunstancias no es extraño que el gobierno optase por devaluar la moneda y declarar la quiebra de las tres instituciones, antes que afrontar una recapitalización de la banca (al estilo irlandés o español) completamente inasumible para el contribuyente. Al menos en esto último las autoridades hicieron lo correcto. Sin embargo, la película nos muestra cómo en el apogeo de la burbuja existió una vergonzosa vinculación entre reguladores y banqueros. Algunos de funcionarios responsables de supervisar el sistema fueron reclutados, sin ningún pudor y a golpe de talonario, por las propias instituciones que éstos tenían la responsabilidad de auditar.
Sitio web oficial. Donde se puede visualizar el trailer de la película.
Por último, me parece de sobresaliente el tratamiento didáctico dado a la crisis subprime y al complejo proceso de titulización y especulación feroz con la deuda hipotecaria que, en última instancia, fue el desencadenante final de la crisis. Realmente no es fácil explicar al público el hilo conductor que va de la incapacidad de un granjero de Ilinois o de una oficinista californiana de pagar la deuda contraída con sus bancos hasta una inmensa crisis económica a escala planetaria. Para ello hay que dejar meridianamente claro estos cinco puntos:
1.- Engaño: ¿Qué puede llevar a una institución, aparentemente responsable y seria, a financiar a personas sin trabajo estable y con muchas dificultades para llegar a fin de mes la compra de inmuebles muy por encima de sus posibilidades? Es evidente que los consejos de administración de la banca americana no son ni una ONG ni una cueva de bolcheviques, luego algún interés habrá. Y, efectivamente, la película desvela el descarado trasfondo de ese interés: Una vez diluido el riesgo mediante el empaquetamiento masivo de hipotecas subprime en CDOs (collateralized debt obligations) ya solo queda a los agentes inmobiliarios y de la banca lucrarse vía comisiones. El juego de la cerilla se había puesto en marcha, y en los niveles que van del granjero de Ilinois y la oficinista de California a un fondo de pensiones austriaco o a un Hedge fund domiciliado en Panamá, los engranajes de la maquina eran generosamente regados con comisiones.
2.- Autocomplacencia. ¡Que corra el champagne mientras dure la fiesta! Nadie prestó atención a los primeros avisos de la inmensa burbuja que se dibujaban en el horizonte: Tipos de interés por los suelos, niveles de endeudamiento de las familias nunca vistos, precios insostenibles en el mercado inmobiliario y tasas de apalancamiento descomunales en la banca. Se trataba de comprar a crédito cualquier cosa que se pusiese a tiro. Las grandes instituciones financieras alentaban con jugosos incentivos la toma de riesgos con tal de aumentar la rentabilidad.
3.- El cartel de los intocables. Ese es uno de los elementos más interesantes de la película. Ferguson se recrea en los abusos y excesos de una élite financiera, casi siempre cómplice con el poder político (A nivel local, cuando veo a Zapatero partiéndose el lomo a abrazos con Botín, la escena me parece tan conmovedora que me entran ganas de llorar...), que traspasó todos los límites, ya que se consideraban intocables, o en terminología nietzscheana, más allá del bien y del mal. A partir de este momento todo vale: Que el banco A tiene cinco jets privados para llevar a sus ejecutivos a Dios sabe dónde, no pasa nada, yo compro seis. El documental muestra testimonios incontestables de cómo la esquina de Broad Street se convirtió en un gran paraíso blanco en el que corría la coca a raudales entre operadores de bolsa y honorables ejecutivos de la banca de inversión y los prostíbulos de lujo hacían su agosto. Hasta las madames de los lupanares dan fe sin tapujos, y en el colmo del desparpajo, cómo muchos de estos servicios de "relax" eran facturados a nombre de las más conocidas instituciones sin el más mínimo resquemor.
4.- Desconfianza. Una burbuja revienta cuando de repente alguien deja de soñar: En la tulipán manía, el sueño era pensar que un feo bulbo rizomático con forma de patata podría valer lo mismo que un palacio, en la crisis de los mares del sur, la alucinación colectiva toma la forma del bello mito de las lejanas Américas y sus tesoros ocultos, en el delirio de las punto.com el pecado fue pensar que una página web de comida para gatos podría tener el mismo valor en bolsa que una cadena de hipermercados. En el 2008 el sueño alucinógeno toma una forma más sutil: consiste en pensar que por cada sinvergüenza hay diez incautos dispuestos a pagar cualquier precio por una vivienda o diez grandes fondos dispuestos a comprar de manera masiva e incondicional esas cajitas repletas de basura y envueltas en un bello lazo llamadas CDOs.
5.- El colmo del esperpento. Según Don José María del Valle-Inclán el esperpento es una deformación grotesca de la realidad que expresa de algún modo el sentido trágico de la vida y el lado más risible de la sociedad en que vivimos. Bueno, pues esperpento es que las agencias de rating más serias, como S&P, Fitch o Moodys asignaran la calificación más alta posible, la triple A, a algunos CDOs, calificación que los equiparaba a los bonos del tesoro estadounidense o a la deuda pública alemana. Esperpento es que Lehman Brothers fuese catalogado como institución solvente y sin riesgo hasta unos días antes de su hundimiento y posterior liquidación. Esperpento es que Goldman Sachs comercializase y recomendase la compra masiva de CDOs a numerosos inversores cuando, al parecer, un importante HF vinculado a la institución estuvo implicado en la selección de estos productos y apostó a la baja con ellos desde 2007. Esperpento es, como afirma el director de la película, saber que "se trataba de una crisis totalmente evitable" y quienes tuvieron la oportunidad de hacer algo miraron para otro lado. Esperpento es, en definitiva, que tras este debacle mundial y decenas de millones de damnificados, ninguno de los principales responsables esté en la cárcel por ello.
Andrés A. García.
© TradingSys, 2011.