En el primer artículo de esta serie (dic-2007) vimos como algunos índices europeos parecen acomodarse bien a un ciclo estacional de rendimiento óptimo y bastante persistente, que va del primer día laborable de octubre al último de abril. Ahora vamos a analizar esta cuestión desde un planteamiento diferente: La gestión de carteras de acciones siguiendo la lógica de minimizar la exposición al riesgo obteniendo rentabilidades superiores a las de otras estrategias pasivas de renta variable.
Nuestro punto de partida serán las siguientes cuatro premisas:
A) El riesgo es una función lineal del tiempo de permanencia en el mercado. De otro modo, el objetivo primordial de un inversor inteligente será obtener la mayor cantidad de rentabilidad reduciendo al máximo su exposición al mercado. Evidentemente, este supuesto conduce a un dilema de difícil resolución: Sólo cabe esperar beneficios excepcionales asumiendo riesgos proporcionalmente excepcionales. Bien, pues nuestra tarea será encontrar un punto de equilibrio entre exposición al riesgo inherente del mercado y rentabilidad óptima.
B) Las fuerzas que determinan la evolución de las formaciones de precios no son totalmente aleatorias. Existen tendencias más o menos persistentes en el tiempo y ciclos que facilitan, con mayor o menor consistencia, los mejores momentos para estar en el mercado. Lo contrario invalidaría, por reducción al absurdo, cualquier intento racional de realizar gestión activa de carteras. Y, como es lógico, de aplicar con éxito sistemas de trading.
C) La gestión de este tipo debe complementarse con inversión de la liquidez generada en los largos periodos de inactividad en activos libres de riesgo. A este respecto es tremendamente ilustrativo el ejemplo de Chuck Huges en su trabajo: "Successful Stock Index Trading" (En el libro: Secrets of the World Cup Advisors, Chuck Frank & Patricia Crisafulli ed., 2004) El simple hecho de reinvertir en Notas del Tesoro a 5 años la liquidez, consigue amortiguar notablemente el efecto de los peores años. Y esto considerando toda la casuística de enormes períodos de casi 50 años. Concretamente, su modelo de ciclicidad para el S&P500, consigue, incluso en los peores momentos de la crisis del petróleo de 1973-74 (donde el S&P se dejo un 47,1%), no rebasar un DD del 6,5%. En la más reciente crisis (empresas "punto.com"; 2000-2001) el S&P se dejaba un 23,2%, pero su modelo cíclico producía un 39,4% de beneficio.
D) Cuando este modelo se aplica a empresas (explotando sólo el lado largo) en lugar de futuros sobre índices, conviene seleccionar siempre aquellas con alta ponderación en el índice de referencia. La ciclicidad de las pequeñas empresas no se ajusta completamente a este modelo. Si bien otros estudios, que detallaré en posteriores artículos, también permiten sacar partido de otros fenómenos ciclos observados en las small caps.
EL SISTEMA "BASCTIMING 1"
Animado por el resultado del pequeño experimento descrito en el anterior artículo, me dispongo a probar el mismo principio de timing básico sobre diferentes valores del IBEX-35 empleando gráficos diarios, en la mayoría de los casos con un histórico de 12 años, excepto ABE, IBLA, IDR, ITX y GAM para los que el histórico disponible es menor.
La primera tabla muestra la rentabilidad anual aplicando el sistema en ciclos continuos de doce meses. Si bien el sistema empleado deja un hueco de un día (una barra) entre año y año al cerrar y abrir una nueva posición cada nuevo ciclo, en realidad, no invalidada el resultado ya que la diferencia es insignificante al situarse su promedio con una estrategia completamente pasiva en un valor inferior al ± 1%.
En la columna de la derecha (Ac%) pueden ver la revalorización porcentual de cada empresa durante el período analizado, y en la fila inferior (An%) la revalorización anual de la cartera completa (partiendo de la base de que el capital se distribuye en partes iguales entre los valores que componen la cesta cada año). La revalorización total (259,6%) aparece sombreada en la celda inferior derecha. De doce años, tres tuvieron rendimiento negativo (2000, 2001 y 2003) y otros dos (1999 y 2007) un rentabilidad muy baja, inferior al 10%. Cifra que consideramos como mínimo exigible a la renta variable.
La segunda tabla es resultado de aplicar el sistema en el ciclo; primer día laborable de octubre - último día de abril. Como pueden ver, los resultados anuales son mucho más estables y consistentes en el tiempo. No existe ningún ejercicio en números rojos y, de los 12 años, solamente uno (2001) queda por debajo del listón del 10%. La rentabilidad final asciende al 312%, claramente por encima de la conseguida con la estrategia pasiva.
Pero quizá lo más importante es la distribución del riesgo, tanto en la cartera global como valor a valor: Echen una ojeada a las tablas, vean la distribución de rentabilidades negativas y saquen sus propias conclusiones.
Con todo, lo mejor viene ahora. Los seis meses de liquidez de la estrategia cíclica pueden invertirse en productos libres de riesgo, nacionales o extranjeros. Dejo a su elección el tema. Como resultado, este sencillo procedimiento garantiza, al menos en ocho de los doce años, una rentabilidad adicional que supera la inflación. Y esto, créanme, ya es mucho pues pondría prácticamente en la senda de los dos dígitos la rentabilidad bruta obtenida año a año.
Queda un último experimento que realizaré en próximas entregas, qué ocurriría si además aplicamos:
Andrés A. García.
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